Tabaco

He perdido esta batalla. El primer día de primavera del 2009 dejé de fumar en Zaragoza, según lo previsto y después de anunciarlo a bombo y platillo a todo mi círculo durante los dos meses anteriores. Un mes y medio después comencé a fumar esporádicamente los fines de semana que bajaba de rumba. Un cigarro, tal vez dos, tres como mucho. El humo me rascaba en la garganta como los primeros cigarros de mi vida.

Llegó el verano y fumaba más, medio paquete cada vez que salía. Yo controlo. Mentira. No hay medias tintas; o fumas o no, y si lo haces, por muy esporádico que sea, corres el riesgo de volverte a enganchar.

Comenzaron los cigarros nocturnos durante la semana…un cigarro cuando llegaba a casa después de trabajar, lo tenía merecido. Tabaco como recompensa, un error. Seguía controlando.

Llegaron las Navidades y con ellas el desfase, llevo fumando a diario desde hace un mes y de nuevo siento como el bicho corre por mis venas e inunda mis pulmones, el estrés por el chupete se somatiza en forma de nudo en el estómago. Con el nuevo año dejé de fumar (no era consciente de que volvía a ser fumador) pero ya era demasiado tarde. No es tan fácil para mí. Entré en un estado de ansiedad casi generalizada e insomnio, tuve el mono del adicto. No digo que todas las dependencias sean malas, pero esta adicción me hace preso de ella en lugar de liberarme. Me debilita y me hace esclavo doblegando mi voluntad.

Ya tengo fecha para la próxima batalla, de nuevo cuando empiece la primavera lo dejaré, mientras tanto fumaré como un adicto que cree que disfruta.